12 de marzo de 2015

Ser mami... cuando todo cambió.

Pues esta entrada viene a ser un homenaje a mi hijo, a mi marido, a mi, a mi familia y a mis amigos.

No soy dada a hacer moñerías, pero me apetecía gritar a los cuatro vientos que soy feliz. 

Sé que está hecha meses después de que naciera, pero he querido cambiarle la fecha y publicarla con la fecha de su nacimiento.

Es un cambio radical en mi vida y en nuestro matrimonio, es algo así cómo un antes y un después.



El antes: Cuando tuve el embarazo ectópico, que por complicaciones y varios efectos secundarios, meses después del aborto, me operaron para quitarme una trompa. 
Un miedo horrible se apoderó de mi y miles de dudas asaltaron mi cabeza durante largo tiempo: ¿Y si ya no puedo volver a ser madre? ¿Tanto me importaba tener un bebé? ¿Cómo es que lloro y lloro por haber perdido una cosa que sé que no era más que un cúmulo de células sin sentimientos? ¿Cuando se torció todo y casi que me quedé sola? ¿Qué hice mal para que la gente desapareciera? ¿Soy yo la causa de mi desgracia? Y así, entré en una fase horrible, en la que sólo podía odiar, temer, gritar y desgarrarme por dentro, pero hacia fuera, llevaba una máscara, un disfraz, un cosplay de "soy una chica fuerte y no me afecta nada, iros a la mierda todos". Pero me afectaba. Y dolía.

El después: Unos 8 meses duró esa fase, hasta que por fin se pasaron los efectos del metotrexato y decidimos quedarnos embarazados de nuevo. ¡Lo conseguimos! ¡Me quedé preñada! Cuando me hicieron la primera ecografía y me dijeron que todo estaba bien y en su sitio, una loca eufória y alegría me invadió... pero volvieron las dudas.
Pero esta vez con otro cariz: ¿Le cuidaré bien? ¿Sabré porqué llora? ¿Me dejará dormir? ¿Seré buena madre? ¿El instinto maternal se nace o se hace? ¿Será feliz? 
Y sin saber muy bien cómo, lo que antes había pasado ya no me afectaba tanto, dolía, por supuesto, pero me daba igual, porque gracias a mi marido, entendí que lo que llevaba en mi vientre lo cambiaba todo. Ya no estaba sola, en realidad, nunca lo estuve: Fran permaneció siempre a mi lado, mis padres y mis suegros, mis amigos de toda la vida, los nuevos amigos y los que no me dejaron nunca a pesar de las circunstancias.

Y nació Erik. 
4,020 gramos.
52 cm.

Pero la felicidad llegó después... no sabía bien cómo adaptarme al nuevo ser que dependía de mi. Me sentía rara y me sentía bien y me sentía descolocada. Hormonas, benditas y malditas a la vez.

Y ahora, tres meses y medio después, sé con certeza que soy feliz. Y que me alegro por todo.
Que me alegro de habernos tirado a la piscina mi marido y yo para abrir una gestoría. Que me alegro que, dentro de lo que cabe, no nos vaya mal. Que me alegro de haberme quedado embarazada aún y a sabiendas que íbamos a montar un negocio. Que me alegro que de trabajar cómo freelance en una editorial y comparta oficina con mi marido. Que me alegro de la gente que he dejado atrás le vaya bien y de la gente que he encontrado cuando por fin he mirado hacia delante me acompañe el resto del camino. Que me alegro por los que siempre han estado ahí, pasado y presente. Que me alegro que mi hijo está sano y se le ve feliz.

Gracias Fran, siempre serás mi ancla en los vendavales de mis sentimientos.
Gracias Erik por haber nacido y hacerme ver que la vida está llena de grandes cosas, cómo tú.

Os quiero.

No hay comentarios: